Desde la perspectiva funcionalista, se considera que, aunada a la tarea de la enseñanza sistemática de los conocimientos que se da a través de la educación alumnos tienen una socialización más amplia. Entendiendo por socialización la interiorización de normas, valores, costumbres, lenguaje, símbolos, creencias, pautas y actitudes de comportamiento constitutivas de su cultura, y que cada sociedad considera fundamentales para la reproducción de una generación a otra. Se distinguen dos momentos en el proceso de socialización: la primaria, que lleva a cabo la familia y supone una interiorización de componentes afectivos, normativos y cognitivos que el niño asume como un orden natural de las cosas y se le impone. A través del proceso de socialización primaria el niño va adquiriendo la capacidad de abstracción de los roles y actitudes de los otros significantes concretos, a esta abstracción se le conoce como “el otro generalizado”, y éste no es más que la identificación con la sociedad. Y la secundaria, que involucra el ingreso a nuevos sectores dentro de la sociedad (de los cuales la escuela es el más relevante), y que tiene como substrato lo que logró en la socialización primaria.
Durkheim define la educación como la acción ejercida por una generación adulta sobre otra que todavía no está madura para la vida social y que tiene por objeto suscitar en el niño ciertos estados físicos, intelectuales y morales que reclaman de él, por un lado, la sociedad política en su conjunto, y por otro, el medio social al que está particularmente destinado (casta, clase, familia, profesión), y que no deben estar ausentes en ninguno de sus miembros. De ese modo, son la sociedad en su conjunto, y cada medio social en particular los que determinan ese ideal que la educación realiza (Durkheim, 1994).
Desde la teoría parsoniana se conceptúa a la escuela como un subsistema básico de la sociedad moderna que tiene importantes funciones: una de ellas es la de ser el vínculo entre la familia y la estructura ocupacional, por lo que la escuela constituye el ámbito del prototipo moderno de la socialización; ya que, además de enseñar, socializa para la racionalidad, la cooperación, la aceptación de la autoridad y la buena ciudadanía. Este proceso de socialización realizado por la escuela cobra aún mayor importancia ante el debilitamiento de la familia como agente socializador primario.
Un cambio fundamental que ha tenido la familia moderna es la disociación entre conyugalidad (vínculo de pareja) y filiación (vínculos entre padres/madres e hijos/hijas), a diferencia de la familia tradicional, en la que estos dos vínculos eran indisolubles (Tedesco, 2003). Esta recomposición de las familias afecta a sus figuras de autoridad, por lo que la socialización de la joven generación se vuelve más problemática. Por otro lado, está el hecho de que los padres ya no quieren ejercer la autoridad –“ayudar a crecer”– en la familia, porque no se resignan a ser adultos y “prefieren ser amigos de sus hijos” (Savater, 1997). Aunado a esto, los adultos adoptan una actitud menos “autoritaria” e “impositiva” ante los hijos, no tanto porque les tenga mucho respeto, sino porque han perdido la seguridad y la capacidad de definir qué quieren ofrecer como modelo a las nuevas generaciones (Tedesco, 1995).
Por otro lado, en el contexto de los arribos a las democracias y las críticas a su funcionamiento e instituciones, se espera que la escuela también eduque en la ciudadanía. Esta última demanda que se le hace a la escuela es la de desarrollar competencias o destrezas cívicas en todos los miembros de la sociedad. Se le pide con mayor claridad que enseñe valores como la libertad, la tolerancia, la justicia y la confianza, así como a valorar la diversidad y lograr una convivencia pacífica. Si bien estas competencias se pueden aprender desde distintos espacios de socialización, la escuela tiene un lugar fundamental, pues para la participación democrática se requieren “habilidades y disposiciones que permitan pensar por cuenta propia, comunicarse adecuadamente, tener acceso y utilizar el conocimiento disponible sobre diversos temas, aprender continuamente, trabajar con los demás y comprender la importancia y los mecanismos de dicha participación” (Reimers, 2003)
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